La pistas venían por un lado y por otro y era algo que se veía venir, pero no se confirmó hasta hace unas horas: Google y HTC firmaban un acuerdo sobre su división de smartphones. No es extraño que el gigante tecnológico compre compañías, es casi su pauta habitual, pero ¿ha sido este acuerdo una ganga? Repasamos los puntos más flojos de la estrategia de HTC**.
Como matizaron y contamos en la noticia, este movimiento no significa que la marca HTC vaya a desaparecer, como tampoco lo hizo Motorola (adquirida también por Google). De hecho la compañía seguirá fabricando sus propios smartphones y lo que esta transacción significa en la práctica es la transferencia de 2.000 ingenieros de la división móvil de Taiwán a Estados Unidos, además de una licencia (no exclusiva) sobre propiedad intelectual de HTC.
Pero en ambos casos se ha tratado de compañías que venían de catar las mieles de estar en lo más alto (cada una en su momento) y que han pasado a estar en cierto modo bajo las riendas de Google, y pese a que HTC ha seguido presentando terminales hasta este mismo año los números indican desde hace tiempo que no supo hacer frente a unos rivales que cada vez competían con más fuerza (y creciendo más rápido). Una estrategia errónea (al menos en parte) en cuatro aspectos: innovación, catálogo, lentitud y malas apuestas.
Un poco de contexto: cuando empiezas a crecer antes que el propio mercado
La relación de Google y HTC no es ni mucho menos algo nuevo, y de hecho tiene mucho que ver con el nacimiento de Android. Tanto que fueron los taiwaneses los que pusieron la parte física del que fue el primer teléfono con Android, el T-Mobile G1, que se ponía a la venta entre octubre de 2008 y principios de 2009 (según región) por 179 dólares, si bien el fabricante existía desde 1997 y en 2006 apostaba ya por un diseño en el que predominaba la pantalla táctil con móviles como el HTC P3300.
De este modo HTC entraba a un ring cambiante y ya competitivo como era el de los móviles, que tras un crecimiento cuando se trataba de lo que ahora conocemos como feature phones (o dumb phones, o “sólo móvil”, con respecto a un smartphone) se hallaba en una metamorfosis progresiva en la que los nuevos (y no tan nuevos) iban asentándose al apostar por el smartphone (siendo los taiwaneses uno de éstos). Con una perspectiva de las últimas dos décadas podemos ver cómo el pastel se iba repartiendo entre Samsung, HTC y otros fabricantes mientras Nokia, Sony-Ericsson y Motorola, reyes del móvil, iban cediendo cuota.
HTC no llegaba a las cifras de mercado de Samsung, pero si atendemos a sus cifras de cuota el crecimiento fue evidente, alcanzando su punto más alto en el tercer trimestre de 2011. Ahí el fabricante ya acumulaba varios terminales punteros como el HTC Evo 4G, el Nexus One (el primer móvil Nexus) o el nacimiento de los HTC Desire, todo en 2010.
La evolución de HTC en detalle desde 2008 a 2012 en cuanto a la cuota de mercado. (Gráfico: Statista)
Esto se traducía, como cabría pensar, en un pico en los ingresos anuales. Y viéndolo de nuevo en perspectiva se trata de todo un Everest cuyo ascenso es igual de inclinado que la cuesta abajo posterior.
¿Cómo se pasa de ser el fabricante de elección de Google y de batir récords propios de ventas a estar por debajo de quienes incluso vinieron después? Veamos pues qué ocurrió en ese marcado descenso.
Los cuatro jinetes del descenso
Durante esos primeros años del mercado del smartphone HTC supo acertar en sus lanzamientos, y no sólo en cuanto a diseño. Antes hablábamos del HTC Evo 4G como uno de los terminales a destacar, y lo hacía al ser el primer smartphone Android con 4G, tal y como mencionamos precisamente al recordar cómo era el fabricante taiwanés el que incluso marcaba la innovación.
Pero la exigencia de este mercado es continua además de creciente, tanto por demanda, lo rápido que llegan a cambiar las tendencias y lo fuerte que pisan unos y otros, con ascensos y llegadas fuertes como los de Xiaomi y Samsung que acabaron arrebatándole a China. HTC no ha desaparecido y siguió siendo importante para Google, tanto que repitieron colaboración con la Nexus 9 en 2014, pero la pérdida de cuota, de beneficio y unos costes operativos cuya merma parece imposible se han consolidado por varios aspectos que podemos agrupar en cuatro estrategias erróneas.
La pérdida del timón en la innovación
Si hablamos del fabricante que dio un golpe en la mesa con las pantallas táctiles, el 4G en Android e incluso con la doble cámara, ¿cómo va a ser un problema la falta de novedades? Como el árbol y el bosque, la innovación puede verse de manera propia (con respecto a la marca) y en relación al mercado y a la competencia. Es innegable que HTC ha intentado sorprender de manera puntual, con lo que hemos mencionado ahora y con aspectos como la flexibilidad en un smartphone con Edge Sense, pero la ejecución no siempre ha sido la mejor o no ha tenido la acogida esperada.
El HTC M8 incorporó la doble lente cuando la competencia se centraba en potenciar otros aspectos de la cámara (como la cámara lenta en los iPhones). El uso escogido fue el de lograr un desenfoque o bokeh realizando un análisis de los diferentes planos de escena, tal y como hizo el iPhone 7 Plus, pero en el análisis ya vimos que el resultado no siempre era satisfactorio (bordes con poca definición, bokeh llamativo en condiciones muy concretas, etc.) y que además era fácil tapar la doble lente sin querer al agarrar el teléfono en horizontal.
La integración de la doble cámara no era cómoda del todo y no lograba diferenciarse en la práctica de las aplicaciones de desenfoque como el modo Refocus de los Nokia o en la cámara de Android stock desde el Nexus 5(ambos en 2013, un año antes que el M8). De hecho, desde entonces ningún terminal de la marca ha apostado por la doble cámara, ni siquiera sus topes de gama más recientes.
Otras innovaciones que no calaron ni fueron el reclamo que posiblemente esperaban las vimos recientemente con el HTC U Ultra. El terminal de esta línea a caballo entre sus topes de gama y la gama media presentaba una pantalla de más y una conexión de menos, no innovando en cuanto a la industria pero sí sumándose a esa doble pantalla que habíamos visto en el LG V10 o a la controversial eliminación del jack de audio de los iPhone 7(quienes tampoco fueron primeros).
¿Cómo vemos que estas innovaciones (absolutas o relativas) no funcionaron? Con los distintos balances económicos mensuales de la empresa, que dibujan una pronunciada cuesta como la que veíamos en la cuota de mercado. El M8 no empezó bien, y aunque pareció animar las cifras posteriormente junto a la gama Desire no lograba levantar a la compañía tras aquel fatídico febrero de 2013 (el peor mes de la empresa en los tres años anteriores), y eso que junio de ese año fue muy bueno en ventas precisamente por un robusto HTC One de aluminio.
HTC One M9, manteniendo marcos y frontal como señas de identidad de la marca.
Su sucesor, el HTC One M9, carecía también de tirón sin ser ni mucho menos un mal terminal. Batacazo de nuevo en abril de 2015, año en el que directamente decidieron no seguir informando de su hoja de ruta, a lo que siguieron unas ventas de un HTC 10 también por debajo de lo esperado.
La táctica de HTC con sus buque insignia, al final, fue el continuismo pese a esas notas de innovación: un diseño con pocas variaciones desde el M7 (lo cual no tiene por qué ser negativo), unos terminales que no lograban tener un gancho suficiente frente a una competencia que sí lo hacía con pantallas curvas o su propia medicina (la doble cámara) y unos precios de salida que tampoco suponían una ventaja con respecto a éstos.