HE ESTADO EN MI PRIMER PARTIDO DE RUGBY Y ESTO ES LO QUE PUEDO CONTAR

“¿Te apetece ir a un partidazo de rugby?”. Esa fue la pregunta que mi jefe me hizo hace un par de semanas. Mi respuesta fue tan directa como la pregunta: “No he visto un partido de rugby en directo en toda mi vida, pero me apunto”. Mi redactor jefe tampoco dudó (por eso es redactor jefe): “Pues mejor, porque quiero que te hagas un tema sobre un tipo que no ha visto un partido de rugby en su vida, y que nos cuente sus experiencias”.

El tipo, obviamente, soy yo. Y qué mejor manera de entrar por la puerta grande de un deporte ignoto para mí que asistir a la final de la Champions Cup europea entre los irlandeses del Leinster Rugby y los franceses del Racing 92, que se iba a disputar el 12 de mayo en Bilbao, en el nuevo San Mamés. Iba a ser la primera vez que España iba a acoger la celebración de las finales del Campeonato Europeo organizadas por la European Professional Club Rugby, y Esquire no podía faltar a tan magno evento.

Antes de nada, me gustaría poner brevemente en antecedentes al lector. El que esto escribe es socio abonado de un club de fútbol desde hace 18 años, y aunque pueda resultar paradójico, juega a baloncesto desde los 11 (y sigo jugando, aunque lo mío es más bien amor al arte, porque la edad y el poco talento no hacen buenas migas, y quizás de lo que más disfrute es del tercer tiempo, los entrenamientos y la hermandad con mis compañero de equipo de veteranos de la liga local madrileña, algo por cierto, muy típico del rugby).

Lo único que me unía al rugby antes de la invitación de Heineken España (empresa patrocinadora de las finales y gran impulsora de este deporte en nuestro país desde 2012, cuando decidió apoyar a la Federación Española de Rugby), era mi pasión por las indumentarias de clubes y selecciones nacionales. No sé ya cuántas habrán pasado por mi armario, pero probablemente decenas. Por supuesto, he visto partidos por televisión, y conozco los grandes nombres de este deporte, como Jonah Lomu, Jonny Wilkinson, Dan Carter, o Richie McCaw, pero en vivo nunca había estado en un partido.

Vuelo a Bilbao, y antes del partido, a comer algo. En el restaurante estaba Jaime Nava, el capitán de la selección española. Una mole de tío, con una sonrisa de oreja a oreja. Con él estaba Javier Canosa, que también fuera internacional con la selección. Como bien dice un colega periodista, empiezas a darte cuenta de lo pequeño que eres ante gente así.

Había muchas ganas de irnos para San Mamés, y hacía allí nos fuimos bajo la lluvia, ya que el día estaba bastante revuelto. Durante los 15 minutos de paseo, fueron múltiples las veces que Isabel Rico tuvo que pararse para saludar a muchos aficionados que la reconocían, e incluso la jaleaban, y la talaverana, todo simpatía, no paró de sonreír. Un encanto de capitana, las leonas tienen suerte de tener a alguien así para liderar al equipo nacional.

Llegamos al estadio, que reluce en todo su renovado esplendor. Lo primero que me sorprende es el buen ambiente que hay entre los aficionados, tanto en las Fan Zone de Heineken como en los alrededores del campo de juego. No voy a comparar con el del fútbol, al que estoy muy acostumbrado, porque también creo que hay mucha literatura sobre el tema, y algunos convencionalismos que no se ajustan tampoco a la realidad. Lo cierto es que los aficionados al rugby presentes allí antes de la final mostraban un ambiente festivo, y pese al mal tiempo, tanto irlandeses (mayoría si comparamos las indumentarias de sus respectivos equipos en las calles), franceses, y aficionados al rugby nacionales compartían cervezas (mucha cerveza, esa es una fama bien ganada), risas y buen rollo.

Aficionados del Leinster Rugby tomando unas cervezas antes del partido.

Una vez dentro, el ambiente está caldeado. Aficionados del Leinster a nuestra izquierda y del Racing 92 a nuestra derecha. Los jugadores calientan sobre el césped del estadio del Athletic Club, mientras sus fans corean los nombres de los 15 titulares de cada equipo. Está en juego el máximo título europeo de clubes, y se nota la tensión. Pero yo, que he estado en varias finales de Champions de fútbol, noto una diferencia bastante grande en cuanto al nivel de ruido. Sin duda, los aficionados al rugby son más tranquilos, por lo menos las dos aficiones que acudieron a Bilbao. No hay pitidos, ni mucho menos insultos, cuando se van enumerando los nombres de los jugadores. El respeto al rival es absoluto, algo que evidentemente no sucede en la mayoría de partidos de otros deportes de equipo como el fútbol o el baloncesto.

Panorama de San Mamés justo antes del comienzo del partido.

Una vez llegadas las 6 de la tarde, hora prevista para el comienzo del partido, cuando salen los titulares al campo, ambas aficiones rugen. Los neutrales, que somos muchos en el partido, parecen decantarse por los azules del Leinster (lo sentimos, vecinos franceses). San Mamés presenta una entrada de partido grande, con 52.282 espectadores en las gradas. Más que nunca, San Mamés era La Catedral del Rugby.

El equipo irlandés llegaba a esta final tras disputar tres finales, y ganar las tres. En cambio, el Racing aspiraba a sumar su primer título, tras perder en su única final, en 2016. Los franceses tenían las sensibles bajas de Dimitri Szarzewski y Maxime Machenaud, a los que se unió el neozelandés Dan Carter, lesionado poco antes del inicio del partido, pero el juego estaba muy equilibrado. Para más inri, a los pocos minutos perdían también al sudafricano Pat Lambie.

Las reglas del rugby, para un profano como yo, son complicadas, sobre todo en lo que atañe a las decisiones arbitrales. Entiendo lo básico, pero como a cualquiera que no esté excesivamente familiarizado con un deporte, hay muchas cosas que se me escapan. Lo que sí percibo es que ambos equipos están muy concentrados en no cometer errores. Hay mucho en juego, sin duda. Es casi imposible encontrar brechas en ambas defensas, por lo que ver un ensayo se convierte en algo complicado. Comienzan a llegar los primeros puntos para ambos equipos, siempre tras transformación de un tiro a palos. “El juego es muy táctico”, me dice un compañero que entiende bastante más que yo. La potente defensa francesa se impone al activo ataque irlandés, y para mí como novato en estas lides, me sorprende la contundencia con la que ambos equipos se emplean a la hora de defenderse, en especial en el caso del Rancing 92.

Hablo de tipos grandes, algunos muy grandes, robustos y muy atléticos casi todos. Que se mueven con una velocidad endiablada, y una potencia descomunal. Los choques son tremendos, y las asistencias tienen que salir a menudo al campo porque algunos jugadores quedan doloridos. Pero vamos, que para los golpes que reciben, poco daño parecen hacerse (es decir, que estos tipos están hechos de otra pasta, porque yo me meto en una de esas y acabo en la ría de Bilbao al segundo meneo).

Llegamos al descanso con 6-6 en el marcador. Más igualdad imposible.

Aficionados franceses en las gradas de San Mamés.

Por cierto, hay una cosa que me llama la atención. Veo bastantes aficionados disfrazados, desde uno que iba de teletubi verde, otros franceses vestidos de pollos, a un tipo en falda kilt, con llamativa camisa de chorreras, y botas de montaña. El ambiente es festivo, sin duda.

Curioso atuendo de un aficionado irlandés por las calles de Bilbao.

Comienza la segunda parte. Como todos los puntos anotados son conseguidos mediante tiros a palos, tengo la oportunidad de vivir en persona ese silencio que se vive cuando un jugador patea la pelota para conseguir los tres puntos. El silencio es sencillamente increíble para alguien que viene del fútbol, donde un penalti normalmente se vive con un concierto de pitos y marabunta si el que chuta es el rival.

Las defensas siguen mandando. Ambos equipos suman lentamente, de tres en tres. Pasan los minutos y me voy dando cuenta de que el partido se decidirá en el momento que uno de los dos cometa un error, porque ambos equipos lo tienen todo tan controlado, sin permitir un ensayo, que todo se decidirá por un margen muy reducido. Y el error llegó a falta de unos tres minutos, cuando el francés Teddy Thomas corre hacia fuera, es sacado del campo y regala una touche muy peligrosa a los irlandeses. El Leinster sale de la touche de una forma tremenda, con los delanteros aprentando con mucho ímpetu. Consiguen el golpe a palos, a falta de dos minutos. Isa Nacewa, el capitán del club irlandés no falla, convierte la patada a palos, y pone el 15-12 en el marcador.

El Racing 92 intenta empatar al menos, pero se queda sin tiempo. Al final, a la desesperada, el francés Rémi Talès se juega el drop y falla. Se acabó, el Leinster es de nuevo campeón de Europa.

Momento en el que Rémi Talès intenta a la desesperada empatar la final. Falla. El Leinster es campeoón de Europa.

Lógicamente, alegría enorme para los irlandeses, y gran decepción para los franceses. Pero el respeto entre ambos equipos y sus aficiones es enorme. Celebran los del Leinster, pero todo con mucha tranquilidad. Salimos del estadio. Los aficionados irlandeses están felices, pero todo es muy mesurado. Se oyen cánticos, pero nada comparado a lo que se puede vivir al final de un partido de fútbol o baloncesto de este calibre. Me gusta mucho lo que veo, familias enteras celebrando, otros tristes pero tranquilos. No hay roces, no hay malas caras. Y eso que el alcohol corrió las horas previas como ríos. Pero es fascinante.

Leinster, campeón de la Champions Cup de rugby.

Ha sido una experiencia bárbara, que pienso repetir. Lógicamente, regresar a una final como la de Bilbao será complicado, pero me encantaría ir a ver un partido de las selecciones españolas femenina y masculina. Y ver en acción a titanes como Isabel Rico o Jaime Nava. Y disfrutar de este deporte que ya tiene 35.000 licencias en nuestro país, y que crece en torno al diez por ciento cada año. Está claro que el rugby vive un momento dulce, pero necesita el apoyo de todos, y sin duda, más exposición mediática. En Esquire España ya hemos añadido nuestro granito de arena, y el que esto escribe promete que a partir de ahora pondrá mucho más interés en aprender y disfrutar de un deporte ejemplar. Gracias a todos los implicados por un día genial.

 

FUENTE: www.esquire.com

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